La izquierda que no le molesta al poder

Los resultados de las últimas elecciones patearon el tablero en la Universidad de Buenos Aires. Desde hacía muchos años no se vivenciaban tantos recambios simultáneos en las conducciones de sus Centros de Estudiantes.

Los avances de la autoproclamada izquierda y los radicales de Nuevo Espacio, la debacle del pseudo-independentismo y el trago amargo del campo popular, parecieran reconfigurar el escenario político en una de las Universidades más grandes de Latinoamérica.

Un paso atrás para el Movimiento Estudiantil.

La victoria de Nuevo Espacio (NEM) en Medicina fortalece al ala más conservadora de la UBA. Es la misma que intentó cargarse la gratuidad de la Universidad pública, buscando arancelarla durante la fallida gestión de Alterini; la que proscribe la participación política y fomenta el modelo de universidad-shopping, sin lugar al pensamiento crítico. Aquellos que se dedicaron sistemáticamente a aumentar el caudal de sus negociados -desde el sector financiero hasta las grandes farmacéuticas- y a privatizar la educación con reformas vaciadoras de las carreras de grado, hoy buscan paralizar la FUBA, tal como lo hicieron durante los últimos 10 años con la Federación Universitaria Argentina.

Barajar y dar de nuevo.

Fuerte fue el cachetazo que recibió la izquierda independiente. En una misma semana los 4 centros de estudiantes que conducían –Sociales, Filosofía, Exactas y Psicología- les fueron arrebatados por un mismo verdugo: el Frente de Izquierda. El balbuceo político que los llevó a cerrar filas con Lozano en la CABA generó las condiciones para hacerlos perder la disputa por el sentido de la izquierda: no pudieron consolidarse ni como alternativa al campo popular, ni como algo muy distinto a él. Cuando las corporaciones y la democracia se juegan un partido trascendental para los próximos años, la militancia popular no puede ser hincha del árbitro.

Pegame y decime “izquierda”.

Si hay algo que no se puede negar es la gran elección del trotskismo en estos comicios. Tampoco, que ésta fue posible gracias a la apropiación que hicieron del programa político de los grandes medios de comunicación. La estigmatización de la juventud militante, el descrédito por la gestión estatal de los servicios públicos, la recuperación del sistema previsional, el augurio de un fin de ciclo, y la impugnación de la política de este gobierno en materia de Derechos Humanos, aun a costa de desacreditar a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo; son solo ejemplos de cómo el Partido Obrero y sus aliados han sabido maquillar de rojo el intento de los medios masivos por socavar la legitimidad de este proyecto político transformador.

Nosotros no aflojamos.

De esta forma se consolidan dos bloques que por izquierda o por derecha, terminan encontrándose en una misma apuesta política: poner fin a una década de avances sostenidos para el pueblo argentino. Como parte del campo popular nos encontramos ante el gran desafío de romper la falsa polarización que sostiene la estructura dominante. El discurso Lanatista logró penetrar fuertemente en las facultades con programas de estudio más ligados al mercado, como lo son Económicas y Derecho, pero no pudo hacerlo con tal magnitud en aquellas donde la discusión se presenta más politizada: consolidarnos como una alternativa en Sociales y Filosofía, demuestran que el kirchnerismo llegó a la UBA para quedarse; no sólo enorgulleciéndonos de las transformaciones que vivimos como argentinos, sino también traduciendo las banderas de la inclusión, la equidad, la articulación territorial y la puesta en valor de nuestro aparato productivo, a la hora de poner en debate qué modelo de universidad necesitamos para los tiempos que corren.

Fortalecer la unidad y la organización, robusteciendo los espacios de discusión colectiva, en los que procesar táctica y estratégicamente los pasos a seguir de cara al estudiantado, es el único camino para frenar la intentona privatista que ensayan las corporaciones que gobiernan la UBA desde la noche oscura del modelo neoliberal.