Con la Derecha, Ni a la Esquina

Por Emiliano Ruiz Díaz
Militante de la Corriente Universitaria Plan B y estudiante de Letras en la UBA

 

Cuesta creer que un avance progresivo para el campo popular vaya de la mano del inducido fortalecimiento de la derecha. Y cuesta creerlo porque efectivamente es imposible pensar que el país puede mejorar con las ideas de la UCR o el PRO, entre otras variantes patronales. En este sentido, parece más urgente que nunca plantear con preocupación compañera, sin falsas estridencias, una señal de alerta ante las colocaciones políticas que en términos de marco de alianzas viene tejiendo en el parlamento Proyecto Sur. Desde ya, y no será punto a debatir en este artículo, que pareciera por lo menos, siendo buenos digamos, de un pluralismo de perfume frepaso-aliancista afianzar lazos de frentismo político-electorales con sectores como el juecismo parlanchín y el civismo abstracto de Stolbizer. Si más allá de los intríngulis parlamentistas se apostara a largo plazo por la construcción con estos sectores (como algunos coqueteos y declaraciones parecen indicar), no habría dudas al respecto: Pino Solanas y su movimiento político irían derecho al papelón y la materia de análisis de las presentes líneas debería ahorrarse interrogantes y propuestas, pues se necesita aunque sea de una base mínima de acuerdos y coincidencias por sobre las diferencias para brindar un aporte crítico como el presente, habitado aún por cierta expectación, ante un programa de soberanía nacional-regional como el que hasta ahora Proyecto Sur venía propulsando. Actitud y prestancia desde ya impensables para con el rival o directamente el enemigo. Bastante del progresismo trucho ya se vivenció como para repetir torpemente las mismas recetas del pasado reciente.

Dicho esto, se puede pasar al grano. La discusión que hoy atraviesa el país vuelve a colocar sobre el tapete un debate histórico en torno al pago o no de la deuda externa. Si tuviéramos que destacar un rasgo sobresaliente de estos últimos años en la Argentina, más allá de los gustos y que los hay varios, no podríamos dejar de ver que las propias contradicciones del proceso político nacional (e incluso continental) ofrecen una enorme oportunidad para recolocar la dimensión de lo político en el seno de la sociedad. Y esto no es mérito de un gobierno, aunque innegablemente lo incluya, sino que es más que nada el fruto inevitable de la crisis de consenso en el bloque dominante respecto de qué variante gubernamental resulta más conveniente. En este sentido, lejos de mediáticas polarizaciones que se olvidan más de un elemento pesadito en el camino, podemos observar que respecto de la deuda externa existe por parte del actual gobierno y la oposición derechista una coincidencia de fondo: la deuda debe honrarse, como gusta decir a algunos. La crisis de consenso no se halla cruzada por una puesta en duda del sistema y parece lógico que las variantes partidarias tradicionales se crucen con altisonancias varias respecto del cómo pagar y no lo hagan desde un cuestionamiento no titubeante de la evidente y probada ilegitimidad de la deuda. De este modo, la contradicción en el seno de la partidocracia y sus adeptos adopta matices muy curiosos. La derecha quiere frenar el pago de la deuda externa (un llamativo contrasentido de clase) con tal de entorpecer la gobernabilidad del oficialismo y sectores del campo popular históricamente férreos defensores de resolver la deuda interna, se ven en la situación extrañamente nacional y popular de clamar por la entrega de nuestros recursos financieros. Del conflicto agrario a esta parte, nuestro país no nos ahorra paradojas. Más tarde volveremos a este punto. Por lo pronto podemos aseverar, nobleza obliga, que nadie puede ignorar que el camino al que lleva el accionar político de la derecha se resuelve por la vía del ajuste en la inversión social y esto se desprende desde una especificidad propia de la tradición neoliberal pero también se imbrica con la táctica política, amén de las ideologías: mientras menos caja posea el oficialismo mayores son las posibilidades de aumentar el disgusto social y derrotarlo políticamente (disgusto que, por otro lado, no se halla nada exento de medidas interesantes pero regresivamente aplicadas por el gobierno, como por ejemplo el plan Argentina Trabaja). La lucha política por una opción popular alternativa a las variantes de turno no debe enturbiarnos  la vista ante las filosas posibilidades que se barajan en el seno de la oposición y los grupos concentrados por ésta representados. No estará de más recordar que el “cuanto peor mejor” tantas veces esbozado por derechas e izquierdas no ha redundado jamás en beneficios para el pueblo pobre y las capas medias más vulnerables. No estará tampoco de más decir que es tarea del campo popular salir a defender los derechos adquiridos incorporados por medio de históricas luchas en el marco de la legalidad burguesa si la realidad nacional así lo requiere. Habrá que estar atentos.

En este marco, el  no cuestionamiento al pago de la deuda en el enturbiado río del parlamento parece un desvencijado bote al que tanto el Frente para la Victoria como el pan-radicalismo y el peronismo disidente (a estas alturas directamente disidentes del peronismo como pensamiento de la justicia social, antes que del kirchnerismo como encarnadura particular) no dudan en subirse. En esta discusión, el único bloque que plantea un cuestionamiento concreto al pago de la deuda resulta ser el liderado por Proyecto Sur y la propuesta discursiva no parece ser descabellada, de hecho, no lo es. En un artículo de opinión publicado el lunes 8 de marzo en Página 12, Alcira Argumedo se dedicó a esbozar  las propuestas centrales de su espacio respecto de este tema: investigación respecto de la legitimidad de la deuda y posterior significativa quita de la misma en función de los resultados (tal como el gobierno de Brasil y el de Ecuador), uso de las reservas del Central para generar un fondo de desarrollo productivo-social, reducción significativa del IVA a la canasta básica, fuerte regulación impositiva sobre la usurera actividad del petróleo y la minería para no recortar la inversión social y aumentar la recaudación. Hasta aquí lo más destacable en términos de planteo alternativo dentro del parlamento. Se podrá cuestionar  que aun así se propone pagar una parte de la deuda (siempre se puede trotar por la izquierda) pero no se podrá negar que en términos de fuerzas actuantes en los límites del parlamento, la propuesta del partido liderado por el cineasta es la más jugada. Desde el punto de vista de quiénes sostenemos como proyecto de militancia la construcción del socialismo cabe la obligación de señalar los límites, incluso, de la propuesta de Proyecto Sur.

Pero el problema grave que este artículo en particular quiere señalar y desarrollar no pasa por este punto: evidentemente no es con leyes más o menos progres que vamos a transformar este sistema que se sustenta en la explotación del hombre por el hombre. Cuando hablamos de la necesidad de esbozar aunque sea humildemente, respetando la trayectoria de lucha de muchos compañeros que hoy forman parte de Proyecto Sur, un llamado de alerta, no lo hacemos desde el simplismo del oficialismo, por momentos francamente ridículo. Los sectores más hacia a la izquierda que hoy habitan y apoyan el proyecto presidencial de Cristina Kirchner nos quieren convencer por medio de no desatendibles avances en materia democrática (ley de medios o asignación universal por hijo) que todo aquel que  no milite en las filas del oficialismo es funcional a la reacción. Se pretende entonces que apoyemos una medida de derecha para evitar el avance de la derecha. Por lo menos un contrasentido no dialéctico. Pareciera como si la reforma política, una especie de puntofijismo a la argentina, se entendiera mucho mejor a la luz de estas encerronas pragmatistas: serás pejotista o radical, y sino, no serás nada. El kirchnerismo, hablamos de su sector de base más atendible por supuesto, pretende proyectar sus marcados límites hacia toda la militancia popular. Justo en una etapa histórica de Nuestra América donde la construcción del poder popular hacia el socialismo vuelve a embestir en Venezuela y nos marca la cancha, ensanchando los sueños y los límites de lo posible.

La cuestión, entonces, pasa entonces por la coherencia entre el discurso y la acción sin desmerecer jamás ni la acción ni el discurso, valga la redundancia. Todo parece indicar, aunque hagamos esfuerzos para matizar, que el voto de Proyecto Sur en contra de la 125 en la Cámara de Diputados allá por mediados del 2008 no fue un simple desliz, cuando en realidad, hubiera correspondido en honor a una continuidad entre discurso político y voto, una abstención. Votar a favor hubiera sido incoherente,  aunque menos regresivo. El caso es que al final de cuentas se optó por la peor (claro que dentro de la izquierda los hubo peores, como el entrismo morenista a la bartola o el maoísmo cacerolero); y  recientemente, a la luz del ajedrez pedregoso que viene jugando en términos de construcción de alianzas respecto del tema de la deuda externa, los DNU y la mar en coche, no queda mucho margen para obliterar la crítica al único espacio con representación en el legislativo que hoy por hoy cuestiona el pago y no carece para nada de caudal y perspectivas políticas para el 2011 (por sobre todo en la ciudad). No hace falta ser Gramsci para notar que ninguna de las propuestas de Proyecto Sur son compartidas, no ya por el oficialismo, sino por el Pro o la Coalición Cínica. En este marco y en esta discusión particular, pareciera que Pino Solanas prefiriera ser funcional a Macri en lugar de marcar una posición de, quizás menor visibilidad electoral o mediática, quizás con menor incidencia, pero de independencia política respecto de los bandos en pugna, acorde con la tercera posición que se venía a plantear Proyecto Sur. Si se deroga el nuevo DNU emitido por la presidenta nada de lo planteado por esta fuerza será posible, más bien todo lo contrario. ¿Cuál sería entonces el saldo favorable para el campo popular? Ninguno. Y se consolida la derecha todavía más con el empujoncito del progresismo. Una historia que ya se conoce de sobra. Como bien dice Claudio Lozano “hay derecha en la oposición y adentro del oficialismo”. Habría que explicar y luego anotar las razones por las cuales la foto con una derecha es preferible a la otra. En una de esas nos desaznamos, Una peligrosa apuesta por acumular imagen positiva en base a la amable ayuda de la agenda del grupo económico-periodístico Clarín pareciera poder orientarnos. No se coagula ante este conflicto una tercera posición. No se le piden peras al olmo pero sí peras a los perales. Salvo que se marchiten.

Quienes militamos día a día en las universidades, los territorios, los sindicatos, centros culturales, movimientos sociales y las diversas herramientas organizativas del campo popular apostamos a la construcción desde abajo de un poder que se proponga transformaciones profundas, significativas, que nos permitan pasar a la ofensiva después de tantos años de desguace y retroceso de lo social-colectivo como eje vertebrador. Experiencias como la Constituyente Social (de la cual Proyecto Sur forma activa parte) o la coordinadora popular como La dignidad no se privatiza en la Ciudad, marcan un camino más lento, para nada exento de contradicciones y limitaciones, pero propio del campo popular, en la búsqueda de la amplitud en el sostenimiento de una coherencia emancipadora. Sabemos, aunque nos cueste y más de una vez nos equivoquemos, que la apuesta por la unidad y la reconstrucción de la clase trabajadora organizada junto a todas las expresiones del campo popular es el camino a seguir. Nos habitan miles de incertezas, pero en la dinámica propia de los procesos nos llevamos más de una reflexión-convicción. La lucha debe darse en todos los ámbitos y por eso, lejos del territorialismo infantil, siempre y hoy más que nunca, es importante la disputa electoral. Los procesos populares que hoy trazan experiencias de cambio supieron (y saben) constituirse como opciones progresivas aún con las herramientas de esta democracia de clase. En la construcción y organización del campo popular se halla el mejor marco de alianzas posible. Avoquémonos a esta tarea. Nada bueno puede provenir de la convivencia, aunque sea coyuntural, con la derecha más nefasta. Como dijo un revolucionario llamado Lenin, un paso adelante y dos atrás, es a veces necesario. Todavía hay tiempo.

8 Comentarios

  • niclaus dice:

    Y claro, Plan B, primero tenés que llegar vos a la esquina de Puán y Pedro Goyena por lo menos…

  • Partido Obrero Sin Obreros dice:

    Demasiado LaMelloso este artículo de un flaco de PlanB, por su visión de la realidad

    Además demasiado larguero y pomposo

    No obstante, a nivel UBA es destacable lo de rescatar a ProyectoSur y afines como un espacio de poder/presencia parlamentario que puede hacer aportes valiosos desde la perspectiva progresista. Un rescate que no harían los troskos, ni LaMella, ni NuevoEspacio-FranjaMorada-NuevoDerecho

  • Partido Obrero Sin Obreros dice:

    por otro lado, muy gracioso lo de niclaus y coincido con la idea que parece querer expresar:

    Basta de agrupaciones universitarias y micro centros culturales que creen ser pilares de La Revolución

  • jaime dice:

    claro! aguanten los partidos tradicionales y grandes medios pilares de la reacción!!!

  • No Jodamos dice:

    jaime idiota, los pilares de la transformación social tienen que ser un Partido Político de masas y Sindicatos que movilicen a las mayorías entre los asalariados.

    Vos quedate con tu «Huerta Orgázmika» y «centro cultural» de los permacultores de Caballito y con tu cuarto puesto en las elecciones de la Facultad de Medicina de UNA Universidad, a ver si con eso construis un nuevo orden social. Pffffff…

  • Huguito dice:

    Pero claro que hay que organizar un Partido de masas. Somos socialistas, herederos de las revoluciones latinoamericanas y la lucha del pueblo argentino. Cómo no vamos a creer en la necesidad de un Partido de masas.

    El tema es que, claramente, en la Argentina, no va a ser trosco, hermaninto.

  • No Jodamos dice:

    Huguito, eso me lo decís a mi?

    No, pero vos nene te sarpás en mogólico. Das pena, no podés ser tan pero tan estúpido. Decime, ¿vos te golpeaste la cabeza en tus primeras semanas de vida?

    Huguito imbécil, ¿qué te hizo pensar que yo era trosko?
    Decime una, UNA sóla línea de mi comentario que indique que yo soy trosko.
    Sos un retrasado, ¿te das cuenta? Comprensión de Texto cero, gil.

    Es más, no sólo no hay nada en mi comentario que sugiera que soy trosko sino que además sí hay cosas que evidencian que no lo soy:
    – Un trosko no habla de «Transformación Social» sino de Revolución
    – El trosko quiere a los sindicatos controlados por el partido
    – El trosko no habla de «partido de masas» sino de partido proletario, de los trabajadores, o revolucionario
    – Un trosko habría puesto la palabra «lucha» en alguna de las oraciones como mínimo
    – El trosko habría usado varias de sus palabras de su propio dialecto sectario para descalificar a los centros culturales a-partidarios que se creen revolucionarios (posmo, descompuesto, despolitizado, desclasado, burgués, aventurero, llanero solitario, etc)

    ¿Ahora notás lo estúpido que sos?

    Además, Huguito idiota, es increible y muuuy gracioso que digas «hermanito, el partido de masas que transforme la argentina no va a ser trosko, pero va a ser comunista y liderado por PlanB» JAJAJA Decime cómo fundamentás que las chances de que ocurra «B» (que PlanB en los próximos años termine liderando un movimiento de masas en la Argentina que acabe con el Capitalismo y socialice los medios de producción) son mayores que las chances de que ocurra «A» (que algún partido político trosko, como por ejemplo el PO que está presente en todo el país y que en la UBA es por lejos mucho más que PlanB, termine en los próximos años liderando un movimiento de masas en la Argentina que acabe con el Capitalismo y socialice los medios de producción). JAJAJAJ que nabo sos Huguito, es obvio que ambos sueños son igualmente ilusos, o más iluso en verdad el tuyo («B»).

    Por último te aclaro mi primer comentario, dado que entendiste cualquier cosa:
    – Niclaus y P.O.S.O. expresan que una agrupación universitaria y un micro centro cultural no pueden ser pilares de la revolución.
    – Jaime les responde halagando sarcásticamente al PJ y la UCR, dando a entender su postura de que, dada la mierda que son esos dos grandes partidos, la única opción para «hacer la Revolución» es basarse en una mini agrupación universitaria y un mini centro cultural (o seam lo que vos querés hacer Huguito, un nabo que hace quedar muy mal a PlanB).
    – Yo comento en coincidencia con Niclaus y P.O.S.O., y objetando a Jaime, dejando clara mi postura de que el orden social nacional se transforma desde los partidos políticos (con apoyo masivo) y los sindicatos (verdaderamente representativos), y no desde mini argupaciones que buscan acceder a una banca en el consejo directivo de una facultad de una universidad o desde mini centros «culturales» como la huerta hippie del basural de Caballito.

    En cambio, Huguito, TU postura (y la de jaime) coincide con la de los troskos:
    «No hace falta un partido de masas, que conquiste mayorías parlamentarias y gobernaciones, ni sindicatos que consigan mejores condiciones laborales, dado que un sindicato avocado a eso no es clasista; sino que alcanza con un pequeño grupo iluminado -llámese PlanB o PO- que se constituya en vanguardia revolucionaria, explote las contradicciones ‘del Sistema’ y realice un nivel de agitación tal que termine abruptamente despertando al Pueblo, aleccionado por la enajenación, que se alzará en armas y hará la Revolución guiado por ese grupo iluminado cuya existencia desconocía hasta el día anterior.»

  • Farabundo dice:

    ¿QUE IDIOTA ESTE TIPO QUE SE HACE LLAMAR «NO JODAMOS», NO?

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