Se cumplieron 44 años del Nobel de Luis F. Leloir

En la mañana del  27 de octubre de 1970, el doctor Luis Federico Leloir fue informado que había sido distinguido con el Premio Nobel de Química por la Real Academia de Ciencias de Suecia en reconocimiento a sus investigaciones centradas en los nucleótidos de azúcar y por el rol que estos cumplen en la fabricación de los hidratos de carbono. Su contribución sirvió, entre otras cosas, para entender en profundidad la galactosemia, una enfermedad hereditaria que provoca que quienes la padecen estén impedidos de asimilar el azúcar de la leche.
La Academia, en sus fundamentos, resaltaba que “pocos hallazgos (en referencia a los del doctor Leloir) han tenido tanto impacto sobre la investigación bioquímica. Su labor y la que él supo inspirarnos brindaron un conocimiento real en el amplio campo de la bioquímica, donde anteriormente teníamos que conformarnos con vagas hipótesis. Una serie extraordinaria de descubrimientos cuyos méritos han revolucionado ahora nuestros conocimientos»
Luis Federico Leloir nació en París el 6 de setiembre de 1906. En 1932, se graduó como Médico en la Universidad de Buenos Aires y se integró al plantel del Servicio de la Cátedra de Semiología y Clínica Propedéutica que funcionaba en el Hospital Nacional de Clínicas. En su autobiografía Leloir afirmó que para ese entonces no estaba satisfecho con lo que hacía por los pacientes por lo cual pasó a dedicarse a la investigación científica y se integró al Instituto de Fisiología que era “el más activo de la ciudad” y que dirigía Bernardo Houssay, quién se convertiría en su maestro.
Para desarrollar su tesis de doctorado que, a propuesta de Houssay, trató sobre “Las glándulas suprarrenales en el metabolismo de los hidratos de carbono”, se inscribió en algunos cursos en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales donde obtuvo conocimientos de técnica bioquímica. “La bioquímica y yo nacimos y crecimos casi al mismo tiempo”, recordaba Leloir. La tesis resultó ganadora del Premio de la Facultad de Medicina de Buenos Aires en 1934.
En 1941, Leloir comenzó su carrera de profesorado de Fisiología en la cátedra de Houssay, pero la abandonó en 1943, cuando su maestro fue destituido por haber firmado junto a otros profesores un manifiesto en el que pedían la “normalización constitucional, democracia efectiva y solidaridad americana” después del golpe de estado del 4 de junio de ese mismo año. Como protesta también renunció a su cargo en el Instituto de Fisiología y decidió irse a seguir su labor en el exterior.
En 1947 ingresó con el cargo de director a la Fundación Campomar y en la cual volcó, hasta su muerte en 1987, todos los conocimientos y experiencias que había adquirido durante su trabajo con Houssay en el Instituto de Fisiología.
En su autobiografía, el doctor Leloir afirmaba que “He presenciado el maravilloso desarrollo de la bioquímica y el haber contribuido a él, aunque en forma modesta, es para mí un motivo de placer. Fueron 50 años de trabajo bastante duro pero con momentos agradables. La investigación posee muchos aspectos que la transforman en una aventura atractiva. Hay también aspectos humanos dignos de mencionar. Algunos de los períodos más placenteros de mi carrera fueron aquellos en los cuales trabajé con personas inteligentes y entusiastas, con buen sentido del humor. La discusión de los problemas de investigación con ellas, fue siempre una experiencia muy estimulante. La parte menos agradable de la investigación, el trabajo de rutina que acompaña a la mayoría de los experimentos, está compensada por los aspectos interesantes, que incluyen conocer y a veces ganar la amistad de personas intelectualmente superiores, provenientes de diferentes partes del mundo. El balance es claramente positivo”.
Y luego recordaba lo expresado por Houssay en el Instituto Popular de Conferencias de La Prensa: ”Señores, debemos tener fe en el porvenir de nuestro país en un futuro más o menos próximo. Si nos inspiramos en buenos ejemplos, con una labor intensa y bien orientada, en dos o tres décadas podremos tener una posición de primera fila entre los países más adelantados. Toda la sociedad estará influenciada, ennoblecida y favorecida por esta situación. Nuestra nación será entonces grande por obra de sus pensadores y sabios. Nuestros hombres serán dignos de su patria y útiles a la humanidad”.
Fuente: UBA