¿De dónde venimos? II – Mary Wollstonecraft, la polémica

Por Charo Márquez
@cafeesamor

En la primera entrega de esta genealogía hablamos sobre Olympe de Gouges, autora de la Declaración de los derechos de las mujeres. Este texto fue complementado -en términos políticos, aunque es una interpretación posterior- por la Vindicación de los derechos de la mujer de Mary Wollstonecraft. Parece una versión antigua del meme de Spiderman, pero piénsenlo como si fueran hilos muy exitosos de twitter: muchas veces son similares, pero en política decimos que son ideas que se montan sobre otras en una comunión dialéctica.

Mary nació en Inglaterra en 1759 y como muchas mentes brillantes de su época estaba obsesionada con el tema de la educación. Recordemos que son años que para la Filosofía y las disciplinas que hoy llamamos sociales fueron muy decisivos. Es la época del contractualismo, de Locke, sobre todo, que fue muy influyente en el pensamiento de Wollstonecraft.

La preocupación por lo educativo dentro las mujeres que hoy diríamos feministas viene de larga data. Sin ir más lejos, en Mujercitas, Louisa May Alcott reflexiona mucho sobre el tema: Jo termina abriendo una academia para niñas y niños y gran parte de la discusión del feminismo occidental* del siglo XX puede centrarse, también, en la educación.

Mery, en este sentido, contribuye a la discusión general e histórica con por lo menos dos textos clave: Reflexiones sobre la educación de las hijas y Vindicación de los derechos de la mujer.

En ambos escritos plantea que la mitad de la población debe acceder a la sistematización del conocimiento para convertirse en buenas esposas y madres. Acá surge la controversia: ¿hoy diríamos que este postulado es feminista? Bueno, sin ánimos de entrar en polémicas (mentira) durante la hiper masificación del feminismo post 2015 en Argentina a partir de casos brutales de femicidios, la respuesta que muchas activistas daban era que nosotras debíamos educar mejor a nuestros hijos para que no violen ni maten mujeres. La propuesta de Mary Wollstonecraft vio la luz en 1787 y 1792 respectivamente. Estos argumentos eran proferidos en Facebook en 2015 y más. En el medio pasaron millones de cosas, transformaciones sociales, políticas, geográficas, genéricas, identitarias, culturales, religiosas, morales. En el medio pasaron los grandes genocidios del Siglo XX, dos guerras mundiales, decenas de revoluciones comunistas, se tiraron abajo monarquías y órdenes mundiales. Pero el argumento prevalece: la función primordial de la mujer (siempre cis, siempre heterosexual, siempre con capacidad de gestar, siempre esposa, siempre joven, siempre propicia) es ser madre y educadora de sus hijes. Básicamente, reproducir el sistema.

Estas observaciones también le hicieron sus contemporáneas a Mary, razón por la cual su figura cayó en el olvido hasta que la rescató nada más y nada menos que Virginia Woolf el siglo pasado.

Su vida amorosa -como suele pasar con las feministas porque lo personal es político- también fue muy interesante: cuentan que con un artista, Henry Fuseli, y su mujer habían formado un vínculo poliamoroso -como diríamos hoy-, pero que después todo salió mal. Ella quedó hecha pelota, deprimida y todo fue un martirio. Después, conoció a uno de los pioneros del anarquismo, William Goodwin. Se casaron pero tomaron una decisión vital que aún hoy es mirada con sospecha: vivían en casas separadas.

Tuvo dos hijas. A la segunda quizá la conozcan porque nos legó un género literario entero: Mary Shelley. Lamentablemente, la madre murió a causa de una infección a los 38 años.

Tras su muerte, Goodwin publicó sus memorias, pero por las polémicas que comentamos más arriba, la historiografía dice que no fueron bien recibidas.

Hoy, más de doscientos años después, la figura de Mary Wollstonecraft está tomando relevancia entre quienes estudian el feminismo y su historia. El punto de acolchamiento a partir del cual vamos a encarar la tercera entrega de esta genealogía es la idea fuerza lo personal es político. Quédense cerca que hay muchísimo para desenredar.