Todes por la Cultura

Por Charo Márquez
@cafeesamor

Faltan cinco días para las PASO. La manija se siente en el aire y en todos los puntos del amplio abanico político. Las proyecciones están tan cerradas que nadie arriesga un triunfo pero todes conservan las esperanzas. Ese clima se respiraba ayer en el acto con la Cultura del que participaron Alberto Fernández y Matías Lammens.

El Complejo Art Media, ubicado en el corazón de la Comuna 15 (que incluye Villa Crespo, Paternal, Agronomía, Chacarita y Parque Chas), estaba repleto de representantes de la cultura porteña: productorxs culturales, libreres, escritorxs, bailarinxs, músicxs, actores, actrices, trabajadorxs audiovisuales. Había distintas tradiciones culturales y políticas y distintas generaciones.

A las 17 horas, con una puntualidad poco habitual en la militancia porteña, cientos de personas hacían fila para entrar al Complejo. Fuimos entrando de a grupos, a medida que lxs organizadorxs acreditaban a sus invitadxs. Un salón austero pero grande esperaba a mil personas, creo que fuimos más. Había un escenario con gigantografías de los precandidatos a presidente y jefe de gobierno, un living armado con puff esperaba a lxs precandidatxs a cargos legislativos y dos filas de sillas de plástico, al público. Nos fuimos sentando y muchxs, muchxs quedaron paradxs a los costados.
Durante la espera, para que nadie olvide que estábamos en Capital, se escucharon aplausos apurando el comienzo. No había banderas ni bombos ni chori. Había paciencia, conversaciones interminables sobre la interna en la Comuna, las elecciones, no se aguanta más y vamos a volver.

Cerca de las 18:30, un señor con traje gris y pelo canoso engañó al público ya impaciente y se escucharon aplausos y “Alberto presidente” se coreó de principio a fin del salón. No era. Mientras tanto, sonaba Wos y algunxs cantábamos. Hubo un timonazo y pusieron cumbia: cantaron todxs.

Dos horas después, finalmente, llegaron los precandidatos. Se escucharon unas tímidas voces de “los soldados de Perón” y “la gloriosa JP”, pero sobre todo, se aplaudió a Alberto y a Matías.
El presidente de San Lorenzo agarró el micrófono, agradeció y fue breve. Le pasó la posta a la dirigente estudiantil Ofelia Fernández. Con su habitual tono certero llamó a que la fuerza de la juventud se una para recuperar “el futuro que nos robaron”.

La segunda oradora fue la única que no ocupa un lugar en la lista, pero sí en la vida cultural porteña: Lisa Kerner, presidenta de la Asociación Civil y Centro Cultural Casa Brandon fue invitada para contar la situación de emergencia que vive el sector. En cuanto la presentaron, el auditorio en pleno la ovacionó. La acompañaban sus compañeres de Fieras, decenas de trabajadorxs de centros culturales y cientos de habitués que conocemos el espacio y lo habitamos como si fuera propio desde hace catorce años.

Lisa habló de las clausuras y de la falta de presupuesto y de ministerio de cultura, pero sobre todo de la importancia en nuestras vidas de esos lugares: «Los centros culturales no somos sólo espacios de diversión. Los espacios culturales somos usinas de pensamiento, desarrollamos pensamiento crítico, nos organizamos, nos mimamos, nos contenemos», son trincheras, dijo Kerner y nos emocionamos y la aplaudimos.
Luego, Lammens tomó el micrófono y habló, con su cadencia serena pero firme (ya me imagino sus “nadie te pide tanto” mientras leen esto, pero es que habla así). Retomó los discursos de Ofelia y Lisa para remarcar la importancia de la juventud, del movimiento de mujeres y por la igualdad de género. De la necesidad de dar empleo y vivienda a les jóvenes. De ampliar el boleto estudiantil, un reclamo que atraviesa al movimiento estudiantil desde hace décadas y ha costado la vida de compañerxs. Dijo algo que en general, lxs políticxs no suelen decir, quizá porque Lammens no viene estrictamente del universo militante: los centros culturales son estructuras públicas no estatales y el gobierno tiene que aprovechar su existencia para que Buenos Aires vuelva a ser “el faro cultural de América Latina”.
Y con un aplauso cerrado le dejó la palabra a Alberto.

El precandidato a la presidencia tampoco tiene un estilo tradicional de arenga peronista ni mucho menos. Muy ceñido al público presente, Alberto arrancó su discurso diciendo “me encanta ser tan porteño como federal” y la verdad es que gustó.

Su discurso tocó distintos puntos: juventud, educación, trabajo, cultura, género y feminismo. Tuvo momentos altos y momentos polémicos, como buen discurso de una persona que viene a asumir un país en crisis. No es todo fácil, no es todo correcto y no es todo color de rosas.

Recordó su origen como nieto e hijo de egresados del Colegio Nacional Buenos Aires y de la UBA, como Lammens y muchxs otrxs del público: una familia con orgullo de haber pasado por la educación pública.
Habló del “maltrato que hoy reciben el CONICET, los maestros, el Ministerio de Educación, la ciencia” y de que en la educación está el futuro de los jóvenes y de toda la sociedad. “Somos peronistas, queremos abrazar a todos para que puedan llegar (a la universidad) y tener las mismas posibilidades”. Marcó las diferencias con el gobierno actual y tiró una de las frases más polémicas de la tarde “viva la diferencia, como en la Revolución Francesa” y algunxs se (nos) miraron. Retomó rápidamente el hilo y la agenda económica: habló de la pobreza, de la salud, de la falta de vacunas y de la falta de presupuesto educativo. “¿Quién puede vivir tranquilo? Ellos tal vez sí, pero nosotros no” dijo y se valió una ovación.

Y después tiró la frase más aplaudida de la jornada: les digo a los jóvenes que van a tener que “salir a la calle si el día de mañana no cumplo lo que prometo porque lo último que quiero es una juventud domesticada. ¡No se dejen domesticar!”.

Como tampoco se dejó domesticar el movimiento de mujeres “y por la igualdad entre todos los géneros” que significa una transformación enorme. En la semana del aniversario de la derrota de la legalización del aborto, reafirmó que en el siglo XXI no podemos poner en discusión decisiones individuales. Y lxs entendidxs aplaudimos como si nos hubiera tirado ya la modificación del artículo 86, mejor que decir es hacer.
Volviendo al tema que nos convocaba, Alberto definió a la cultura como lo que alimenta el alma, tan importante como la comida que alimenta el cuerpo. Rescató La horna de los hornos, la histórica película de Pino Solanas, gracias a la cual el precandidato entendió al peronismo. Movimiento al que definió -de forma no taxativa- como la conjunción entre el marxismo leninismo y el catolicismo, la unidad de tradiciones que parecían contrapuestas. Como la del Frente de Todes que finalmente juntó a sectores amplios de la oposición con los mismos objetivos. Nuevamente, se ganó la ovación del público.

Remarcó la importancia de cuidar los bienes culturales pero sobre todo a quienes los producen: como se hizo con la creación de la SAGAI para actores y actrices. Para que no pase como con la música, que con plataformas como Spotify que no benefician a lxs intérpretes sino solo a las compañías. “el Estado debe respetar los derechos de los creadores y lo vamos a hacer desde el 10 de diciembre. Es un país muy difícil”, con el pueblo con el ánimo quebrado, jóvenes que deambulan buscando trabajo en medio de la pobreza y la incertidumbre, así no se puede vivir. Necesitamos “una sociedad justa, igualitaria, donde todos estén bien tratados. Como decía Vox dei: todo concluye al fin, todo tiene un final. Nace un nuevo país”, en el que cada unx tiene que asumir el rol que le corresponda, como decía Néstor Kirchner, “Solo no voy a poder, necesito ayuda de todos ustedes”.
Y con un aplauso cerrado, se terminó el acto. Siguieron las selfies de rigor, los saludos de agradecimiento y un poquito de agite peronista sin romper nada.