La ESI como aprendizaje político

Por Tamara Tenenbaum
@tamtenenbaum

 

El pasado 13 de junio tuvieron lugar —por segundo año consecutivo— Jornadas de Género y Educación Sexual Integral en la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini. Durante todo el día, diversxs profesionales vinculadxs a la educación sexual y la militancia feminista brindaron charlas sobre los temas más variados, pero siempre haciendo anclaje en los contenidos de la ESI e intentando tener en cuenta las preocupaciones e inquietudes de lxs alumnxs y sus docentes.

No faltaron temas ni referentxs entre lxs expositorxs: sería largo nombrar a todxs pero vale la pena mencionar al sociólogo Ernesto Meccia, que expuso sobre masculinidades en clave relacional; el ex Ministro de Educación Daniel Filmus, que habló específicamente sobre la Ley de Educación Sexual Integral, sus alcances y límites; las investigadoras Dora Barrancos y Diana Maffía, que conversaron sobre prevención y punición de la violencia y la cuestión de las escraches; el colectivo del Bachillerato Mocha Celis, que contó su experiencia como primer bachillerato trans del mundo; y la doctora en Derecho Laura Saldivia Menajovsky, de Amnesty, que conversó con lxs alumnxs sobre infancias tran, entre muchxs otrxs. La Educación Sexual Integral fue entendida en las Jornadas —como debe ser— en sentido amplio: no implicando solamente contenidos sobre biología y anticoncepción sino también sobre vínculos, identidad y lucha de derechos.

La asistencia a cada taller, en algún sentido, era optativa, pero la asistencia a las jornadas era obligatoria: cada alumnx debía anotarse al menos en dos talleres, y las autoridades de la escuela tomaban lista en cada caso para asegurarse de que el requisito de cumpliera. Lo interesante de esta asistencia obligatoria fue que, a diferencia de lo que sucede en espacios donde la participación es libre, el perfil de lxs alumnxs que asistieron era profundamente disímil. Algunxs de lxs alumnxs parecían estar “en tema”, ser parte de la militancia feminista y conocer el vocabulario y la agenda de discusiones; muchxs otrxs, en cambio, estaban conversando sobre consentimiento, violencia sexual o escraches tal vez por primera vez en un contexto de debate colectivo. Mientras que en las actividades optativas suelen ser mayoría lxs alumnxs de los últimos años, en las Jornadas del Pellegrini abundaban chicxs de 13 o 14 años, que en muchxs casos preguntaban y discutían sobre experiencias que no habían tenido todavía. No se trata de que las actividades electivas sean peores, o de que todas las instancias de debate sobre la ESI deban ser obligatorias —tampoco, por supuesto, de que una jornada anual reemplace la implementación de la ESI durante el año— sino de pensar los modos en que distintas modalidades se complementan para maximizar la cantidad y la calidad de la participación de lxs estudiantxs en espacios de discusión sobre ESI.

Por otra parte también se produjeron fenómenos interesantes: muchxs estudiantes que quizás militan en agrupaciones feministas diversas y en conflicto entre sí tuvieron la posibilidad de discutir con otrxs estudiantes con lxs que en general no comparten espacios, y todo eso con la asistencia de adultxs que podían ayudarlxs a organizar los debates. Mientras tanto, sus compañerxs escuchaban y también se ponían al tanto de lo que sucede en la militancia estudiantil, ampliando así las posibilidades de participación de todxs —en especial de los más chicxs—. Más allá, entonces, de los contenidos aprendidos, las Jornadas fueron una instancia de conversación política entre lxs estudiantes, un espacio donde descubrir y construir consensos.