Mariano Ferreyra: día 23 del juicio

“Empecé a fotografiar lo que veía. Había gente que caminaba por las vías hacia la estación, algunos con ropa de ferroviarios y uno, pelado, que andaba en cueros y tenía un tatuaje con el escudo de Racing”. Después “vuelvo al ingreso del andén (de la estación Avellaneda) y ahí escucho a  mis espaldas a alguien que dice: un zurdito menos”, recordó al testificar en la jornada número 23 del juicio el fotógrafo de Clarín Gerardo Martín Dell Oro.
No fue el primero en hablar ni sería el último. En total hubo siete testigos –tres incorporados por lectura-, pero el más sorprendente fue el del trabajador del gremio de prensa. Es que, a diferencia de los manifestantes y militantes que detallaron con precisión el ataque criminal y la forma en que fueron emboscados y sorprendidos por la patota, es la primera vez que declara un periodista en el juicio. Y su testimonio dio que hablar.
Dell Oro continuó su claro relato. Explicó que los que llegaban por las vías hacia esa estación eran los integrantes de la patota que volvían de asesinar a Mariano y de herir gravemente a Elsa y a otros compañeros. En ese momento él aún no sabía lo que había pasado. “Desde el diario me dijeron que fuera a Barracas y ahí vi restos de una pelea a los tiros. Vi algunas balas, cartuchos, proyectiles, vidrios rotos de por lo menos 2 o 3 autos y piedras y me enteré que habían matado a un manifestante y herido a otros”, expresó.
La policía dejó destruir pruebas
“Me sorprendió que no hubiera vallado policial”, dijo Del Oro. “Yo pude caminar por todos lados, sacar fotos donde quisiera y recién cuando me iba, como una hora después, comenzaron a poner vallas”, destacó el compañero de Clarín.
Dell Oro también aportó una gran cantidad de fotos que muestran a varios de los acusados, encabezados por Pablo Díaz, cuando regresaban del ataque a los compañeros. Éste, como el de la compañera Gabriela Carchak y el del camarógrafo de C5N, son testimonios del verdadero periodismo militante: por la búsqueda de la verdad y por el aporte para que los asesinos de Mariano vayan a pudrirse en la cárcel.
Cuatro testigos y una misma imagen: la patota asesina
Durante la audiencia, también tuvo lugar la declaración de algunos manifestantes de aquél 20 de octubre y trabajadores de la zona. El primero en prestar testimonio fue Lucas Malaspina, militante de la Tendencia Piquetera Revolucionaria –TPR- que ese día acudió junto a otro compañero para acompañar la movilización y reclamo de los tercerizados del ferrocarril Roca. En su explicación detallada de los hechos –que coincidió con prácticamente todas las de los testigos presenciales en mayor o menor medida- destacó el rol que tuvo al ser quien se encargó de solicitar la presencia de los medios ante el ataque –primero de la policía y luego de la patota-. Un compañero suyo acudió al pedido y convocó a C5N y allí llegó Gabriela Carchak a entrevistarlos –que luego tendría un rol fundamental al denunciar al aire que no hubo enfrentamiento sino una emboscada artera y que declarará en el juicio más adelante-. Mención aparte para un abogado defensor que, ante la mención a Carchak le preguntó a Malaspina si sabía acerca de alguna militancia de la periodista. El testigo dijo que no, pero la sola pregunta habla a las claras de una búsqueda de la defensa por demonizar a los militantes e intentar pintarlos como violentos que participaron y propiciaron un enfrentamiento. Un disparate.
Malaspina también detalló la forma en que la policía atacó a los manifestantes primero –disparando balas de goma e incluso increpando a los militantes del PO “Chiquito” Belliboni y Lisandro Martínez, según dijo- y luego cubrió la retirada de la patota –aún la de uno de ellos que casi es “alcanzado” por los manifestantes en la persecución posterior al ataque. Ya son más de una decena de testigos que denuncian que la policía tuvo esa actitud de abrir y cerrar el paso. Abrir para el ataque de la patota, cerrar para la defensa de los manifestantes. Una complicidad que va más allá del “abandono de persona”.
Para después del “descanso en la parrilla” y la asamblea llegó la emboscada, el cordón improvisado, el intento de defensa, los heridos, las explosiones. Dijo haber oído tres disparos, pero que aun cuando estaba a diez metros de un tirador, no puede precisar cómo era debido a que se tiró detrás de un auto para cubrirse. Luego se enteró de los heridos en el colectivo.
Tras el habitual proceso de hostigamiento de las defensas, se incorporaron por lectura los testimonios –poco relevantes- de Matías Leonel Mac Loughni (chofer de Chevallier), Tomas Alberto Capra y Omar Alberto Moreyra. Sí declaró el conductor de Chevallier Daniel Edgardo Díaz, pero no aportó demasiado a la causa. Contó sobre grupos que corrían, gritos, amenazas y destrozos materiales, a la vez que dijo haber llamado al 911. No supo aportar más. Lo mismo ocurrió con el empleado de seguridad de la empresa de micros, Matías Sebastián Avellaneda, aunque este aportó que los periodistas de C5N fueron amenazados en las instalaciones de la empres apara que no filmaran –a lo que accedieron, según dijo-. Luego repitió algunas obviedades, que los manifestantes no le infundían miedo y que no pudo ver el momento de la agresión por su campo visual. La defensa intentó capitalizar lo poco aportado por el testimonio induciendo a que dijera que hubo un enfrentamiento armado, pero no lo logró.
Las dilaciones de la defensa
El abogado Alejandro Freeland, defensor de Juan Carlos “Gallego” Fernández, y una de las puntas de lanza en el ataque a los testigos que, de manera abrumadora, aportan pruebas y testimonios que acorralan cada vez más a los acusados, concretó hoy la recusación de uno de los nuevos fiscales asignados al caso, Mariano Domínguez, porque “trabajó en la instrucción de la causa”.
La defensa sostuvo que el fiscal habría sido parte de una investigación “sesgada”.
Este parece ser uno de los ángulos que ensayan los abogados de los acusados que, ante la creciente imposibilidad de refutar las acusaciones, tratan de impugnar el proceso de instrucción de la causa, al final del cual quedaron detenidos Pedraza, Fernández, Díaz, Favale y otros integrantes de la patota.
Freeland fue rápidamente apoyado por la defensa de Cristian Favale, señalado por varios testigos como el autor material del asesinato de Mariano, y por el abogado de uno de los policías, juzgado por haber liberado la zona para el ataque.
Dominguez y el fiscal Carlos Gamallo fueron nombrados por la Procuración General de la Nación para sumarse en el juicio a la labor de María Luz Jalbert como parte acusadora.
“No es el tema de cuántos fiscales hay sino que impulsen el juicio. Con esta recusación al igual que con otras maniobras, el doctor Freeland pretende dilatar los tiempos de este proceso”, respondió la abogada María del Carmen Verdú.
El jueves próximo el Tribunal decidirá sobre la impugnación. En tanto, Dominguez tuvo que presenciar hoy el juicio desde los asientos destinados al público. Pero no fue el único momento en que Freeland tuvo la posibilidad de mostrar sus dotes de antihéroe. Al iniciar la audiencia, los abogados de la querella pusieron en conocimiento del tribunal que fue amenazado Andino –testigo que declará el jueves-, abordado por dos personas desconocidas que le dijeron que no declarase. Freeland, para seguir su rutina farsesca, chicaneó: “Las denuncias por amenazas son ridículas”. El tribunal está avisado. La cabeza de la patota, aún desde prisión, sigue actuando.